¡Nos invitan a revivir! ¡Nos regalan la experiencia!
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Celebrada la Semana Santa, hemos tenido presentes las escenas de la muerte de Jesús. Las lecturas en la Eucaristía, los Oficios, el Vía Crucis, ciertas películas y las representaciones de la Pasión nos recordaban una y otra vez su pasión y muerte.
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Seguramente eso nos podría hacer pensar en la nuestra y en la multitud de escenas de violencia, destrucción, injusticia y muerte que nos ofrecen los medios de comunicación.
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Ante la cruda realidad de la pasión del mundo, nos resultará fácil identificarnos con la experiencia del pueblo de Israel, cuando clamó a Dios diciendo: “¡Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos perdidos para siempre!”
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Nosotros, como el pueblo de Israel… ¿nos estaremos quedando siempre en ese sentimiento de fin, sin esperanza, sin continuación…?
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Pero el texto del profeta Ezequiel no acaba aquí. Dios le envía a profetizar, y su palabra nos abre horizontes hoy:
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“Así dice el Señor: Cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Infundiré en vosotros mi espíritu y reviviréis; os colocaré en vuestro suelo y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago” (37, 11-14)
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Pensemos en los sepulcros, de todo tipo, en los que vivimos, aún habiendo vivido la experiencia de Pascua… ¡cuánto nos cuesta salir de nuestros sepulcros!
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- Los que contienen la savia espiritual y las experiencias que en otro momento nos dieron vida y hemos ido dejando morir.
- Aquellos sepulcros en los que yacen las relaciones humanas que no hemos cuidado.
- El pequeño nicho que contiene las urnas con nuestros pensamientos anquilosados, que atufan y los miedos de todo tipo.
- El sepulcro que contiene las máscaras y las medallas que nos ponemos, cuando no somos capaces de reconocer nuestra pobreza y desnudez.
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Podríamos hundirnos al tomar conciencia de tantas formas de muerte, dentro y fuera de nosotros, cerca y lejos.
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Pero la Palabra se hace presente en nuestra realidad y nos recuerda: “Os infundiré mi espíritu y reviviréis; os colocaré en vuestro suelo y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago”.
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Sabemos que es verdad, porque lo hemos experimentado muchas veces.
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- Hemos recibido ánimo cuando estábamos des-animados.
- Se ha reavivado el rescoldo cuando parecía que nuestro fuego interior se apagaba y podía morir el amor primero.
- A pesar del agotamiento, hemos encontrado fuerzas, para seguir trabajando en la pasión del mundo.
- Cuando estábamos desolados (sin suelo) y parecía que andábamos sobre arenas movedizas y cañadas oscuras, hemos experimentado que Alguien nos recolocaba de nuevo en suelo firme.
- Hemos visto cómo brotaban tallos verdes, llenos de vida, a través de las fisuras de nuestras tumbas y abrían una rendija cada vez mayor, por donde la Vida se iba abriendo paso.
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La Palabra nos invita a recordar y reavivar ese don recibido tantas veces. A vivir este tiempo Pascual como invitación entusiasta para salir de nuestras «muertes».
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Llegará Pentecostés, con sus dones, pero ahora vivimos ya un anticipo al reconocer las experiencias de muerte y descubrir la vida que se abre paso en medio de ellas. Y el esfuerzo no recae sobre nuestras espaldas solamente, ni requiere que tengamos una fuerza de titanes. Es un DON. Nos invitan gratuitamente a revivir, a dejarnos re-colocar. No es un farol.
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El Señor lo dice y lo hace. Si le dejamos hacer, todo irá bien. FELIZ PASCUA DE LA VIDA!
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