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“Al que venga a mi yo no lo rechazaré”. Es interesante lo conciso y claro de Jesús en esta frase. EL QUE VENGA A MI, no dice el que venga a mí y no esté en pecado, el que venga a mí y haga las cosas bien, el que venga a mí y cumpla con los mandamientos. En el corazón de Dios hay lugar para TODOS, cualquiera sea su condición. La conversión del corazón vendrá como respuesta a este AMOR que recibe sin tener en cuenta nuestra condición.
Cuantas veces nos ponemos de jueces de los demás tomando el lugar de Dios. Es en nuestro corazón donde muchas veces no hay lugar para todos, olvidándonos en qué condición nos encontró Jesús a nosotros, olvidándonos de nuestro proceso de conversión, olvidándonos que también somos pecadores, pero tuvimos la gracia de ser ENCONTRADOS por Dios, de que él nos primereó.
Propongámonos entonces primerear al hermano, no rechazar, que el otro se sienta incluido, con sus límites y su pecado. Dios nos recuerda siempre que somos de él, de su propiedad, no por una compra sino por amor. Los cristianos estamos dormidos, nos estamos olvidando de amar y como dice Silvio Rodríguez en aquella hermosa canción “solo el amor alumbra lo que perdura, solo el amor convierte el milagro en barro, solo el amor engendra la maravilla”
¿Con que actitudes estamos respondiendo a los retos de la sociedad, desde dónde? ¿Desde el amor realmente o desde el rechazo, la critica la división? Miremos cómo está nuestra vida en esto, que nuestras exigencias no sean mayores que nuestra acogida.