¡Dichosa la viuda que arrancó del corazón del juez injusto una palabra favorable a su causa! ¡Dichosa la virgen María, viuda de Nazaret, que no deja de interceder por aquellos que buscamos el don de Dios!
Hoy es sábado, día de María. El evangelio de hoy nos invita a contemplar la intercesión constante de la Madre de Dios. Ella no le ruega a un juez injusto, le ruega a su mismo Hijo, rico en Misericordia, amor y ternura.
Pongamos nuestros sufrimientos y preocupaciones en manos de esta “abogada nuestra” (como reza la Salve), que no deja de interceder por nosotros, por toda la Iglesia y por el mundo.
En el fondo de mi corazón, ¿qué sufrimientos escondidos puedo poner en manos de María? Pongo nombre a estos sufrimientos interiores (faltas de confianza, miedos, enfermedades, tristezas, incapacidades de perdonar, …)
Me dejo llevar por una sana devoción a la Madre de Dios. Amándola a Ella aprendemos a amar más y mejor a su Hijo. Contemplemos una estampa o imagen suya, y dejemos que Ella nos toque el corazón.
Virgen María, Madre de Dios, en tus manos pongo mi vida, con todas sus luces y sus sombras. Preséntala a tu Hijo, y que Él haga brotar una fuente de Agua Viva en el fondo de mi corazón.