Estamos siempre en camino. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado). Vamos abriendo caminos al acercarnos a quien nos necesita. Son tantas las personas que se cansan de andar y se quedan a mitad de camino… Caen ante las dificultades, se quedan en la cuneta, dándose por vencidos.
¿Soy yo, de verdad, discípulo de Jesucristo? ¿Le sigo de cerca? El mundo, la Iglesia, mis amigos, mi ambiente, esperan de mí que les deje caminar conmigo, que les comparta mi visión de una sociedad más justa en donde haya justicia y paz, en donde la aceptación mutua sea una realidad, en donde haya vida, y vida en abundancia.
Me pregunto si mi persona, mis actitudes, mis palabras, mis gestos, invitan a otros a acercarse a luchar por la VIDA… ¿mis acciones generan compromiso abriendo caminos de solidaridad, de acogida, de intercambio en el respeto mutuo? Si yo no abro caminos nuevos ¿quién lo hará?