Jesús, cuántas veces tendrás que decirme: ¡Ay de ti…! ¡que, si no fuera por mi misericordia…!
Es que siempre miramos el medio vaso vacío y no el medio vaso lleno. Cuánto nos cuesta reconocer todo lo que Jesús va haciendo y obrando en nuestra vida, aquellos milagros cotidianos, escondidos, silenciosos.
Si hay algo que aprendí caminando el barrio, misionando, es la sencillez de los pequeños, de los simples, de aquellos que ven en el solo hecho de amanecer un día más, el milagro de Dios, como me dijo Carmencita, quien camina con sus dificultades por sus dolores en las piernas, “ya es un milagro haberse levantado hoy”. Y nosotros buscamos grandes manifestaciones, grandes revelaciones, por poco esperamos que el Señor nos baje el cielo y nos perdemos de vivir el aquí y el ahora, el hoy de Dios.
Ojalá que al caminar este día puedas acordarte de Carmencita y reconocer los milagros de Dios en lo pequeño. No nos durmamos en los laureles, presta atención de todo lo que hoy puedes hacer, decir, sentir, pensar y que no es fruto propio, es simplemente porque Dios es Dios y él obra esos milagros