Cada uno de los personajes del Evangelio, descubre un tesoro en su propia realidad, el comerciante de perlas, encuentra la más fina, el pescador, recoge la red llena de toda clase de peces, que tiene hasta para elegir. Cada uno descubre el Reino, en lo que vive y más valora, en lo que entiende, en lo que sabe.
¿Has tenido la oportunidad de descubrir algo que de verdad te apasiona y tienes el deseo tan grande de tenerlo que buscas luchar por ello?… cuando hacemos una carrera universitaria, nos esforzamos por años, solo esperando el día, que nos entreguen el título, el atleta cuando clasifica a un torneo, pasa horas y días intensos entrenando duramente para lograr ganar una medalla… pues imagina, si nos esforzamos y luchamos tanto por cosas o logros temporales, concretos, piensa cómo sería si la recompensa es descubrir el sentido de tu vida en Dios, si el tesoro es Él mismo, que transforma tu vida para siempre, ¿qué venderías, que darías?…
La ¡Alegría! Es el signo característico de que has descubierto algo importante. La alegría que te hace ver el día a día transformado, renovado, lleno de oportunidades que aprovechar, metas por las cuales luchar, causas por las cuales apasionarte y entregarte, ¡el Reino! Ese es ¡el Reino! no lo busques fuera, busca ese tesoro dentro de ti… seguro ahí está enterrado, esperando que tú lo descubras, entregues todo lo que no necesitas para tenerlo, para vivirlo… ¿Quieres? ¡Anda! ¡Vamos a buscar dentro!…