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Al contemplar el evangelio de hoy, me imagino cada ser humano formado y modelado igual que una vasija; algunas la vida les ha roto por diferentes situaciones, con grietas y parches van por la vida, aun así tienen la posibilidad de llenarse del mejor perfume y derramarlo adecuadamente; otras sacan de su interior aromas que huelen a egoísmo, envidia, antipatías mostrando la podredumbre que llevamos dentro. Lo cierto es que cuando sacamos lo que llevamos podemos ver los efectos que causan en el ambiente; con sinceridad, tener el valor de vaciarnos sin miedo a perder lo que nos ha dado seguridad. Entonces surge un hermoso efecto: llenarnos de lo que hay en el exterior; poder escuchar como Simón “has juzgado bien” o como la mujer considerada pecadora, que recibe un “tus pecados quedan perdonados” o lo más hermoso “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Un reto para la vida: escuchar desde el interior, reconocer las sensaciones y sentimientos, darnos cuenta cómo son las opiniones hacia los demás, que efectos tienen, escuchar a los otros y recibir lo que nos den para llenarnos de lo que la vida nos ofrece.