¡Vamos! No sé quién puede leer estas palabras sin sentir un poco de miedo. Me imagino que los discípulos estarían pensando “quien me habrá mandado a seguir a este hombre.” No son palabras que nos llenen de ánimo y esperanza, que nos hagan “sentir bien.” A veces eso es lo que esperamos de Jesús, palabras dulces, llenas de afirmaciones positivas y promesas esperanzadoras. Pero el Jesús de estos capítulos finales de Lucas pinta con claridad la situación difícil y aterradora con la que se pueden encontrar aquellos que se llaman sus discípulos. Simplemente el que sigue a Jesús hasta el final será traicionado, odiado, y hasta asesinado por su causa. ¡Cuantos mártires ha tenido la iglesia a lo largo de los siglos, y continúa teniendo, por ser fieles al seguimiento de Jesús!
Lo importante es no quedarnos inmóviles de miedo ante lo que nos pueda traer el futuro, sino confiar en la promesa de Jesús, quien persevera en su fe tendrá vida eterna. Quizás hoy este evangelio nos invite a pensar en las situaciones difíciles que hemos vivido a lo largo de este año y cómo Jesús ha cumplido en nosotros su promesa. Él no nos abandona, nunca.
En mi experiencia personal, sé que cuando las cosas se han puesto difíciles en mi vida, de una manera u otra, Jesús siempre camina conmigo. Y la mayoría de las veces esas situaciones difíciles me han hecho más fuerte en mi fe, y han sido motivo de bendiciones inesperadas.