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Las respuestas, a la pregunta que ha hecho Jesús, son variadas: Juan Bautista, Elías, Jeremías, algún profeta… eso lo dicen los demás. ¿Y vosotros? Y ¿Tú? Pedro se vuelve portavoz y dice “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!”
Y Jesús proclama a Pedro “¡Bienaventurado!”, porque lo que ha dicho no es cosecha suya es revelación del Padre.
Y Jesús anima a Pedro a ser piedra, esto es, fundamento firme para la iglesia para que pueda resistir contra el mal. Con estas palabras de Jesús a Pedro, Mateo anima a las comunidades perseguidas a que vean en Pedro al guía destacado. A pesar de ser débil y perseguida, la comunidad tiene un fundamento sólido por la palabra de Jesús y Pedro recibe las llaves del Reino, el poder de atar y desatar. Uno de los puntos en que el evangelio de Mateo insiste más es la reconciliación y el perdón. Es una de las tareas más importantes de los “ancianos” de las comunidades, imitando a Pedro, deben atar y desatar, esto es, hacer que haya reconciliación, aceptación mutua, construcción de la fraternidad.
Jesús les dice “que debía ir a Jerusalén y sufrir mucho… ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Pedro trata de disuadirlo y Jesús le reprende: ¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Piedra de escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!»
Satanás es aquel que desvía a la persona del camino trazado por Dios. De nuevo aparece la expresión piedra, pero ahora en el sentido opuesto. Pedro, con estas palabras pasa de ser piedra de apoyo, a piedra de tropiezo… La ambigüedad se hace presente en su vida.
Pregúntale a Jesús en tu tiempo de oración ¿Quién eres Tú, vitalmente para mí? Y no te dejes llevar por la ambigüedad… acepta el camino de la Cruz, sólo él te lleva a la alegría de la Pascua.