La vida algunas veces se presenta como un mar agitado que hemos de atravesar. En Pedro podemos reconocer esa mezcla de fragilidad y deseo de confianza en tiempos cuando el viento es contrario. No somos tan distintos de Pedro, pues en nosotros también se da esa misma mezclita de una u otra manera.
Pedro, además de reflejar algo de nuestra duda y falta de fe, nos enseña que, en el momento de la vacilación con el agua hasta el cuello, no es demasiado tarde para exclamar desde lo profundo del corazón: “Sálvame Señor.” Este grito se convierte así como en un deseo de mayor confianza. El deseo de apoyarse con mayor firmeza en el Señor. Si bien los tiempos difíciles no los podemos evitar, sí podemos verlos como tiempos donde nuestra confianza y fe en el Señor pueden madurar. Ojalá que como Pedro podamos caminar hacia Él, a tiempo y a destiempo confiados que él acompaña nuestros pasos por tierra y por mar.
Marcela Gandara: “Es una aventura”