El evangelio de hoy nos transmite expresiones y frases muy fuertes, que pueden incluso parecer contradictorias con el mensaje global del Evangelio. Jesús no nos quiere instalados, ni tibios, ni indiferentes ante la existencia del mal. La puesta en práctica del amor en distintas situaciones tiende a provocar malestar, divisiones, a descolocar la vida social y personal cómoda e instalada. El vivir con pasión el evangelio y de forma comprometida no suele ser, en muchos ambientes, comprendido, ni compartido. Los vínculos y lazos familiares también, a veces, quedan marcados por este sello.
Dios es al mismo tiempo luz que ilumina y fuego que purifica y que destruye el mal, hace que se manifieste la escoria disimulada y escondida. La raíz de mal y pecado que hay arraigado en nosotros hace que nos rebelemos ante la luz y el bien.
Jesús nos invita a la transformación profunda de la sociedad, de las personas, quiere destruir la mentira, la violencia, la injusticia con la fuerza y el fuego del Espíritu y esto de manera radical, aún a costa de crear, en ocasiones, conflictos, división, enfrentamientos.
¿Cómo reflejar la pasión por Jesús y su evangelio? ¿estás dispuesto a asumir las consecuencias?