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Todos en la vida tenemos experiencias de haber sido amonestados quizá hasta ser echados fuera de un trabajo, de una institución, incluso hasta de la misma familia. Y que duro resulta esto. Murmuramos, nos distanciamos, echamos la culpa a los demás de lo que nos pasa.
Jesús en este texto reprende, amonesta a los que están utilizando mal el templo: “han convertido mi casa en una cueva de ladrones”. Quizá muchos se aprovechan del poder que tienen en un trabajo para explotar, reprimir, excluir, maltratar a mucha gente que no tiene estas posibilidades y que son dignas aunque no tengan ningún cargo de alto nivel.
A Jesús lo miran como rey, pero Él se presenta como el último, recordamos en la última cena, “Yo he venido para servir”. No ha venido para excluir a nadie de la salvación. Él ha venido a incluir a aquel que es marginado por una sociedad que hace valer solo por apariencias. Y esto le trae muchas consecuencias. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo quieren quitarlo de en medio.
Ojalá que esta sea nuestra experiencia: que nos echen de un trabajo por defender a alguien que ha sido tratado injustamente. Juguémonos la vida como Jesús. Defendamos la verdad, lo justo. Que tengamos el valor de denunciar los atropellos que se comenten a nuestro lado, no debemos callar si somos seguidores de Jesús.
Hoy reviso mi vida, salgo en defensa de alguien que fue tratado injustamente, o soy cómplice por mi silencio…