Sabemos que hay variedad de tesoros y lugares donde guardar eso que consideramos tesoros. Hay tesoros muy costosos que ni siquiera se guardan en casa, se hace necesario llevarlos al banco del tesoro, también los hay menos suntuosos que requieren de espacios sencillos, humildes: nuestra casa, un armario… o ¿por qué no? nuestro corazón… pero algunos tesoros nos roban el corazón, nos hacen egoístas, les atribuimos tal valor y tal importancia que nos dejan ciegos, solo existimos para ellos, nos paralizan y nos roban la capacidad de ser humanos.
¿Dónde tenía Jesús su tesoro escondido? En esta hermosa oración Jesús nos hace una radiografía de su corazón, y podemos ver que nosotros somos el tesoro de Jesús, nos presenta al Padre, ora con insistencia, con ternura, con preocupación, con amor… y le pide que nos guarde del mal, que seamos uno con él, que nos consagre en la verdad. Somos conscientes de lo significativos que somos para Jesús, que somos un regalo de Dios para él y así mismo nos trata.
Cierro los ojos y me pregunto; ¿son mis hermanos tesoros, regalo de Dios para mí? ¿Oro por ellos como lo hace Jesús?