Leo este evangelio y no puedo dejar de recordar tanta naturaleza ardiendo en los últimos meses: Amazonas, Canarias, Sierra de Segovia, Málaga, Portugal, y tantos otros… por desgracia. El fuego es poderosamente destructor. Y al mismo tiempo, la Humanidad no hubiera evolucionado sin el fuego. Lo necesitamos. Pero como todo lo bueno, lo es en su justa medida. ¿Acaso Jesús no era un hombre de paz?, ¿realmente podemos decir que su vida fue una semilla de división y enfrentamiento?
Creo que no. Entonces, ¿cómo entenderlo? Me ayuda pensar en una de las expresiones más conocidas del P. Claret, que hoy celebramos: “ardamos en caridad y encendamos un fuego de amor por donde pasemos”. El fuego del odio y la corrupción (como en Amazonas) mata. No es de Dios. Pero el fuego del amor que nos calienta y anima, también puede dividir, aunque no queramos.
Sólo podemos elegir amar y no dejar de amar con pasión; y asumir que no siempre el amor es bien recibido. También incomoda, crea recelos, obliga a tomar posición, separa. Como el Evangelio. Amar con verdad y encender en ese fuego de amor, siempre tiene alguna consecuencia que no querríamos soportar. Como Jesús. Pero merece la pena, ¿no?
Si vives alguna situación donde tu amor divide y te enfrenta a otros, da gracias a Dios y sigue amando. Pero cuida siempre que ese fuego sea de caridad y no se enturbie con otros intereses que se nos pueden colar.