Yo me digo: “Las tradiciones no tienen sentido alguno. Prefiero explorar lo nuevo, romper con lo que siempre se ha dicho, hecho. No quiero atarme a nada ni a nadie. Soy libre.”
Te sugiero que tomes unos minutos para ponderar si de verdad vives libre o si tus acciones dicen lo opuesto a ser libre. Entra en tu corazón, el centro de tu ser personal. Eres imagen de Dios, del Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo en continuo fluir de amor del uno al otro. Su amor está en ti, te invita, te urge, tiende a darse, a crecer, a dar vida.
La cuestión central no está en hacer muchas cosas, sino en ver si lo que motiva tu hacer es un amor desinteresado, que no se busca a sí mismo, o el propio interés, sino el bien de aquellas personas que me encuentro en mi camino. El sacrificio por el sacrificio no vale nada. El darse en servicio de justicia a los demás ese es el sacrificio que vale porque nace y viene del amor generoso, que se da sin medida por el mero hecho de amar. Al final de la vida lo único que valdrá es si hemos amado hasta dar la vida por el otro.