El Señor lo tiene superfácil con los “pequeños” para hacer su obra maravillosa, para sembrar la realidad con semillas de Reino y hacer crecer su sueño de fraternidad, de gran familia. Con los pequeños: con los que acogen todo como un don, se saben necesitados de ayuda, perdón y amor, y van por la vida con la sencillez y humildad por delante, sin hacerse notar… con esa gente Dios puede hacer filigranas. (Basta repasar el santoral y mirar a los que Francisco llama “santos de la puerta de al lado”).
Por eso el Señor, se pone serio, y nos lanza esta advertencia: ‘cuidadín’ con despreciar o subestimar a uno de estos pequeños.
Y es que el Señor lo tiene algo más ‘crudo’ con algunos de nosotros que nos creemos algo, que nos autocomplacemos en nuestras capacidades, que nos hemos encaramado a eso de ser competente autoridad en la comunidad.
Necesitamos con urgencia: pedirle al Señor que salga a buscarnos, porque andamos perdidos; suplicar la gracia de hacernos como niños, para cambiar de enfoque, perspectiva y disposición; y entonar un himno de inmensa gratitud por cada pequeño de nuestra comunidad.
Todo, para no volver ya nunca más a la pregunta mal planteada: ¿quién es el más importante?