Como los grandes profetas del pasado, Jesús procura reforzar la vida comunitaria en las aldeas de Galilea. El retoma el sentido profundo del clan, de la familia, de la comunidad, como expresión de la encarnación del amor de Dios en el amor hacia el prójimo.
Jesús aparece en este evangelio de hoy enseñándonos cuáles son sus prioridades “Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”. Y Sólo cuando entendemos las prioridades del Señor, es que podemos comprender la actitud que Jesús manifestó en esta ocasión, porque de otra manera, habría sido una grave ofensa hacia una madre. No debemos olvidar que, en la cultura del Medio Oriente, la presencia de la madre sería suficiente para que la persona dejara lo que estaba haciendo y fuera inmediatamente a atenderle. Sin embargo, la reacción del Señor fue otra, pregunta: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Claro, no lo hizo para molestar a su familia, sino para enseñar a las personas que lo escuchaban las prioridades que el mensaje del Reino de Dios conlleva.
Y así, que ser parte de la familia de Jesús es creer en él, escuchar su palabra y hacer su voluntad. Es un hecho que el Reino de Dios establece nuevas prioridades en las relaciones de quienes quieren pertenecer a él. Los hermanos y las hermanas de Jesús estamos vinculados entre nosotros, no por la sangre sino por el mismo Espíritu que nos une en una misma fe, una misma creencia y experiencias, una esperanza común, propósitos, principios y un futuro eterno juntos.