Me cuesta tanto interpretar el tiempo presente cómo situarme en una ciudad nueva o no perderme por el campo. No tengo el don de la orientación espacial. Puedo entrenarlo, aprender de quienes tienen mayor capacidad que yo para esto, pero casi siempre opto por dejarme llevar por quien sabe o utilizar el GPS y no pensar. Lo malo es que antes o después todos llegamos a encrucijadas solos, sin dispositivos que sustituyan nuestra cabeza o compañeros mejor capacitados para seguirlos. Y ahí, hay que arriesgar y elegir como actuar, cómo interpretar la realidad o cómo resolver mil situaciones que se presentan.
A veces me pregunto si no soy también hipócrita cuando digo que no sé, que no entiendo, que no puedo. A veces creo que es más cómodo que otros decidan y otros se equivoquen. Si no, ¿cómo voy a echar la culpa de mis errores a los demás?
El miedo nos achica. Siempre. Miedo a equivocarnos, a no saber, a consecuencias no deseadas… ¡Hipócrita! O pereza o comodidad o superficialidad o… Y al final el ejemplo que pone Jesús es lo más simple: la fraternidad, la proximidad, la relación. Lo más sencillo y claro, eso es. Complicarlo suele ser mala señal. La frase está muy manida, pero no es más que escuchar tu corazón y seguirlo. ¡Ojo!, pero asegúrate antes que tu corazón está limpio de prejuicios y temores o seguiremos en las mismas.