Dios es un Dios que llama. Y llama para algo, para encargarte algo. Quiere contar con cada uno de nosotros para que, haciendo su encargo, encontremos la felicidad. Dios a cada cual le pide interpretar una partitura nueva, original e irrepetible.
Mírate en María: eres tú, capaz de escuchar a Dios; y Él proponiéndote la partitura de tu vida. Dialoga con Él, siente su humildad (“María, ¿qué te parece…?”) y al mismo tiempo su atrevimiento de pedirte lo imposible (“¿… ser la mamá de mi Hijo?”). Vaya sinfonía…
“Preparar el camino” es también abrir un camino nuevo (virgen). ¿Qué es lo que te parece imposible hacer, arreglar…? ¿En qué relaciones, problemas… dices “esto no tiene remedio”? ¿Qué te está pidiendo Dios que aparentemente supera tus fuerzas o tu capacidad?
Él no nos deja solos: “El Señor está contigo”; “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá…”; “llena de gracia”…
¿A qué te llama Dios? ¿Qué quiere Él de ti? Lánzate, aunque te parezca imposible, aunque haya que inventar el camino. Dios te propone una partitura para que tú la toques con tu propia vida. A lo mejor tiene algunos acordes algo complicadillos, o notas que tienes que ensayar y repetir para que te salgan bien, pero es tu melodía, la que el mundo necesita escuchar y tú serás feliz interpretando. Como tocar las castañuelas… Plenamente humano y feliz como María: “alégrate”.