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Dos parábolas que hoy nos traen una gran lección de amor. Un pastor y un ama de casa, dos pobres seres humanos despliegan todas sus energías para buscar algo que se le ha perdido.
La parábola de la oveja perdida empieza con una pregunta: «quien de vosotros que perdiera una oveja no dejaría al resto para buscar a la que se pierde hasta encontrarla? Tú ¿cómo responderías? ¿Dejarías las 99 ovejas en el campo para ir detrás de la única oveja que se perdió? ¿Quién haría esto? Según el proverbio: “¡Mejor un pájaro en mano, que ciento volando!” quizá nadie iría tras la oveja perdida… Y en este caso, la oveja perdida caería en la desesperación, por el olvido.
En la segunda parábola Jesús dice: «¿qué mujer no busca cuidadosamente la moneda que se la ha perdido hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las vecinas y les dice: `Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.’ Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.
Las dos parábolas resaltan la alegría de Dios por hallar lo que parece que está perdido pero que es sumamente valioso para él, el ser humano.
Si ves a una persona perdida ¿qué harías? ¿cuál sería tu actitud?
“Si por casualidad te sientes perdido, recuerda que, para Dios, tú vales mucho, Dios te sigue. Y en caso de que tú te conviertas, tienes que saber que “habrá una gran alegría en el cielo.