La respuesta de Cristo a la interpelación de los judíos fue toda una afrenta a la inmensa casuística inhumana que mantenían los rabinos. A veces en nuestra vida, y en concreto en nuestra vida espiritual y de práctica religiosa, andamos también con casuísticas como los judíos, y en no pocas ocasiones caemos en lo absoluto de las mismas. Vivimos en ellas en ocasiones hasta el absurdo, y olvidamos, como decíamos ayer, que tan sólo mi disposición de andar al encuentro del otro, a mostrarle mi amor, me hace también sensible ante Dios.
La libertad es un don dado por Dios, y cuando somos más dóciles a los impulsos de la gracia y del Bien, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Somos más libres.
El honor de Dios no destruye el amor al ser humano, traducido en hacer el bien y que es un modo del amor divino a esa criatura. El hecho milagroso de Jesús en este texto bien demostró la verdad y la libertad de este amor a Dios hecho en sábado. Jesús nos enseña que el amor al otro, la caridad están por encima de la misma ley, pues en el amor a Dios está incluido el amor al próximo.