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Hoy nos encontramos a un hombre en camino, en proceso de sanación y crecimiento. En esta ocasión, Pedro no aparece engreído, ni siquiera como el líder del grupo de discípulos, por fin, está reconociendo su pobreza interior, su arrogancia, su egoísmo, su afán de protagonismo, se siente desnudo… Leemos que Pedro se pone triste porque Jesús le hace la misma pregunta tres veces, es decir, ha llegado la hora de la verdad y Pedro ya no se engríe, conoce su debilidad…. Es un momento crucial para el discípulo que descubre su incoherencia, pero también su amor por el Señor. Lo mejor de todo para Pedro es que no siente que Jesús le hace reclamos, no le juzga, pero si siente que le mira y le habla con amor. Esta experiencia le hace recuperar su confianza ya no en él mismo, sino en el Señor que le llama y le confirma en la misión, de acompañar, de guiar, de cuidar la unidad entre los hermanos.
Para ser discípulo a la manera de Jesús, estamos invitados a hacer el recorrido de Pedro y con humildad y sencillez reconocer las actitudes que nos separan de los hermanos, que rompen la unidad y experimentar en nosotros la mirada amorosa y misericordiosa de Jesús.
¿Estoy dispuesto a perdonar y amar como yo me siento perdonado y amado por Jesús?