Llama la atención la ambientación y el auditorio que tiene Jesús: fariseos y doctores de la ley venidos de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Jesús va a revelar que “posee fuerza del Señor para sanar”, y que, como “el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados”, algo que sólo Dios puede hacer…
Inician las confrontaciones que va a padecer Jesús durante toda su vida, con el judaísmo oficial y que le llevarán hasta la cruz. El camino hacia la cruz, comienza en el momento mismo en que Él da vida al Año de gracia del Señor: los ciegos ven, los cojos andan, se anuncia la Buena noticia a los pobres.
Pero, esos signos solo se palpan desde la fe. Jesús VE la fe del paralitico y perdona su pecado, antes de que se lo pida. La capacidad de Jesús de mirar a la persona y penetrar en el corazón, abre las puertas al perdón, a la sanación… basta acoger esa mirada, abrir nuestra puerta, salir de la postración y seguir a Jesús y, nos sentiremos perdonados y acogidos por Él para comenzar una vida nueva.
¿Por qué les irrita tanto a los fariseos que Jesús ponga a la persona por encima de la ley? Dios se escapa a su control, SU CORAZÓN no está atado, a ninguna norma humana. Precisamente, la única ley que reconoce su corazón, es el amor misericordioso incondicional, que atrae nuestro corazón hacia Él. Y, lo único que me pide es no rechazar ese amor, sino acogerlo y dejarlo fructificar en mi pequeño corazón…
¿Me siento también impulsado por el Espíritu a sanar heridas y levantar al caído?