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En el Evangelio de hoy el primer “pero” lo pone Jesús: uno se auto invita a seguirle, pero Jesús parece decirle que se lo piense bien, porque no tiene donde reclinar su cabeza. Jesús fue un sin-techo durante su vida pública, un pobre de solemnidad Nos hemos acostumbrado a verle itinerante por los caminos, pero tenía que ser duro, nada de romántico. Como lo vemos hoy en tantas personas que carecen de ese derecho básico.
En cambio, cuando es Jesús el que invita, son los llamados los que empiezan a poner peros. Que si enterrar al padre, que si despedirse de la familia… Jesús nos dice que su llamada no admite peros. Los primeros discípulos inmediatamente dejaron sus redes. Al punto dicen otras otras traducciones. O sea, sin pensarlo mucho. Cuando le damos muchas vueltas y no llegamos a tomar decisiones, podemos perder el tren, o se nos puede pasar el arroz. Cada momento importa, es decisivo. Dios llama cuando quiere y a lo que quiere, no solo una vez en la vida, muchas; pero si se dilata la respuesta podemos ir acostumbrándonos cada vez más a los “peros”. Es como el ejercicio… cuanto menos deporte haces, menos ágil te sientes y menos disposición.
Me pararé hoy a escuchar si hay alguna nueva llamada de parte de Jesús, y estaré atenta a los peros que me salen de dentro. ¡nos salen con tanta facilidad!