Jesucristo a pesar de ser Dios, no quiso verse libre de las tentaciones porque quiso experimentar en su ser todas las debilidades de nuestra naturaleza humana y poder, así, redimirnos. Además, padeciendo la tentación, quiso darnos ejemplo de cómo afrontarlas y vencerlas. La escena de las «tentaciones de Jesús» es un relato que nos advierte de que podemos arruinar nuestra vida si nos desviamos del camino que sigue Jesús. Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la satisfacción de nuestros deseos. Pero la llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no solo de bienestar vive el ser humano. Para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, debemos escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad con los que sufren. Hoy necesitamos cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, escuchar nuestra conciencia con responsabilidad, y abrirnos al misterio último de la vida con esperanza.