Dos mil años más tarde, seguimos haciéndonos las mismas preguntas que las que recoge el evangelio de hoy. Y aunque a priori parezca que lo de heredar la vida eterna no sea una cuestión muy actual, al menos, no así formulada, sí que nos inquieta -y mucho- ser felices.
Seguro que más de una vez te has preguntado si eres feliz, o qué hacer para serlo. La respuesta es clara, has de ponerte en “modo cuidado” y como el samaritano, estar abierto a curar -y cuidar- las heridas de aquellos, más cercanos a ti. Porque son muchos los daños que sufrimos en el día a día: laceraciones fruto de la incomprensión, torceduras causadas por caídas vitales más o menos aparatosas… Así pues, es fácil que tengas a alguien cerca, -en el trabajo, en tu casa, en tu grupo de amigos- con algún dolor en el cuerpo o en el alma, necesitado de una presencia compasiva y serena; basta con que abras bien los ojos para que seas capaz de encontrarlo.
Por esto, mantente hoy a la escucha de esta invitación que Jesús te hace, practica la misericordia, y sin des/cuidarte, -pues tu cuidado es fundamental para poder cuidar al otro-, cuida de quien más te necesite.