Doce años en el dolor, en la impureza, en la exclusión que genera la enfermedad. Solo doce años y ya a las puertas de la muerte. Dos historias de mujeres, dos historias que parecen no tener salida…
Pero Dios no es indiferente. En Jesús se hace portador de salud. El Nazareno es manantial de vida con todos sus sentidos: con su mirada, con su escucha, con su tacto, con su palabra…
Entrar en la onda expansiva de su misericordia entrañable es ponerse a tiro de salud, de recuperación, de regeneración.
No lo dudemos un instante. Dios ha venido a restaurarnos, a devolvernos vida, a levantarnos de la postración, a tendernos la mano cuando estamos huérfanos de ánimo, de salud, de dignidad… Su cercanía amorosa y saludable nos reviste de filiación y de fraternidad.
Tócale el manto por la fe. Deja que te susurre: ¡levántate! Ya no estamos más huérfanos en el dolor.