Levántate. En labios de Jesús este mandato devuelve a la vida. Ni el muchacho ni su madre viuda hicieron ni pidieron nada especial sino dejarse encontrar y transformar su realidad de desolación y muerte. Es Jesús quien, conmovido, se acerca, toca y revive.
Podemos contemplarnos a nosotros mismos en este joven, en la escena completa. A veces pareciera que todo está perdido, pero la cercanía de Jesús (tocó el ataúd) y su palabra eficaz (levántate) pide también la respuesta del muchacho: incorporarse, salir de la postración. La gente alrededor quedó sobrecogida y comprendieron, a causa del muchacho, que “Dios ha visitado a su pueblo”.
¿De qué postraciones está queriendo librarme Dios a mí? Nuestra verdadera estatura la alcanzamos al ponernos en pie. Solo desde esa posición se puede actuar, hablar, otear el horizonte, encontrar a los otros, experimentar plenitud.
Como comienza diciendo la exhortación Christus Vivit del Papa Francisco «Él vive y te quiere vivo». El Resucitado sigue siendo resucitante una y otra vez...
¿a qué me mueve hoy? ¿Dónde me lleva esta llamada a levantarme y a vivir?