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“Todo lo hace bien”. ¿Sé adónde voy? Si estamos vivos, siempre estamos en camino. ¿Tengo mi vista en una meta y tomo el camino que sé me va a llevar a conseguir lo que quiero? Leo el evangelio de hoy y descubro el itinerario que Jesús ha tomado para regresar al centro de sus operaciones, la Galilea. En el camino le salen al encuentro personas que le piden que cure a su amigo, quizás vecino, que necesita de su ayuda. Este hombre no puede oír ni hablar.
Jesús quiere curarle, y lo hace primero apartándole de la gente, después mete sus dedos en sus oídos, y con su saliva le toca la lengua. Jesús ora al Padre por ese hombre, y de su corazón sale el deseo de curarle, quiere curarle, eso es lo que significa la palabra “suspirar”. Y ordena “Ábrete”. Su palabra es eficaz, hace lo que dice. Y el hombre oye y habla.
¿Tengo yo mis ojos abiertos para ver algunas de las necesidades de las personas con las que me encuentro cada día? ¿Tengo mi corazón abierto y entro en empatía con ellas, las tomo de la mano y se las llevo a Jesús para que haga lo que sea necesario en su favor, liberando a esa persona de sus ataduras?
¿Quiero yo ayudar, ser instrumento para que las ataduras que tienen mis amigos, conocidos, vecinos, se rompan? ¿Tomo la iniciativa llevándoselos a Jesús? Si yo no lo hago ¿quién lo hará?