Si hoy te preguntasen por qué haces lo que haces, ¿qué les responderías? ¿Sabes dar razón de tu tiempo de trabajo, estudio, de tu tiempo libre? ¿Cuál es el sentido de tu vida hoy? y ¿cuál es la motivación?
Me gusta leer y meditar este fragmento del Evangelio. Es de las pocas veces que la comunidad de los discípulos ha recogido el testimonio de cuando a Jesús le preguntan por sus opciones, de sus preferencias, de su modo de proceder. Me siento agradecida por esta pregunta, aunque provocativa, de los fariseos porque le han dado a Jesús la oportunidad de dar razón de su misión. El responde tan escuetamente y claro que desacomoda.
Escucha y acoge lo que dice. Su motivación, su misión es SANAR. Donde haya heridas físicas, psicológicas, morales, todo el que se reconozca necesitado de su vida, de relación con él, puede retornar a la salud. Quien se pone a la mesa junto a él, es alcanzado por este su poder de salvar. No es una magia.
Su motivación y su misión es buscar y LLAMAR a los que creen vivir lejos de Dios, o no quieren tener nada en común con él. Llama a la conversión, es decir a volver a mirar a la vida con sus ojos. Esta mirada levanta del sinsentido y cerrazón, de la vergüenza y del servilismo, de la culpa y del resentimiento como le ha pasado a Levi.