¿Alguna vez te has sentido tan confundido, dolido o amenazado que no has sido capaz de ver nada bueno a tu lado? A veces ocurre con más frecuencia de la que nos gustaría. Problemas, discusiones, rencillas, rumores… y entonces malinterpretamos mucho de lo que hay de bueno en nuestra vida.
Los fariseos no entienden el trasfondo de las palabras de Jesús. Incluso a nosotros también se nos escapa. Jesús nos habla de Aquel de quien aprendió su mensaje: el Padre. El mismo que le envió, que está con él, que no le deja solo. Jesús confiesa que él es motivo de su capacidad para no desmoronarse ante la prueba; el motor de su acción y el abrazo de su soledad. Jesús siempre sostenido.
¡Cuánto cambiarían nuestras miras pequeñas y cansadas si entrásemos en su escuela! En medio de las constantes amenazas Jesús no se confunde. No se cierra, no se bloquea. En medio de tanto mal Jesús se sabe sostenido. Hagamos como Él: somos enviados, no estamos solos ni abandonados. El mejor remedio para que nada nos acabe. Como lo hizo Él, el sostenido.