Esta expresión se emplea cuando, en una situación complicada, no vemos soluciones por parte de nadie. Jesús hoy se nos presenta exigente y duro. Si lo trajéramos a nuestro contexto, me lo imagino cerrar la parábola diciendo “y el último que apague la luz”, dándose media vuelta y siguiendo su camino.
Sin embargo, si se relee bien el texto, Jesús nos está gritando el inmenso potencial que somos cada uno de nosotros y lo poco en valor que lo ponemos. El Padre nos ha creado con «onzas de oro» que espera que pongamos en juego. Y, sin embargo, si por miedo a la exigencia de vivir paralizamos lo que somos, estaremos contribuyendo a que poco a poco no quede más remedio que apagar la luz.
¿Acaso tú tienes un buen ordenador, un buen coche o un buen móvil para sólo esconderlo? ¡lo aprovecharás al máximo! Así es también con nosotros mismos. Dios espera de ti que pongas en valor lo que eres. Sin miedo, sin parálisis. Ponte al juego del Reino. Y la luz no se apagará.