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Cuantas veces por hablar lo correcto nos callan o nos intimidamos ante una opinión. Sin duda este hombre, ciego, marginado por la sociedad de su entonces, sentado al borde del camino, como tantos sentados en las calles, que por circunstancias de la vida han llegado a tener que perder la vergüenza de tener que extender una mano, no esconder su cara, y piden con la esperanza de recibir algo sin llegar a pensar en recibir un rechazo como muchas veces sucede. La mayoría de nosotros cuando vemos a alguien pidiendo enseguida le juzgamos, diciendo frases como: que trabaje, que no sea haragán, que aprenda a ganarse la vida con dignidad como si esto no fuera digno para muchos de nuestro mundo que han llegado a estas situaciones no por gusto sino porque les hemos impuesto vivir la pobreza porque otros tienen más de la cuenta. Somos también responsables de que el otro vea, disfrute de toda la creación, de que no esté al borde de los caminos, en lugares indeseables, viviendas indignas, ciegos por un sistema que solo busca acaparar, acumular, bienes para unos pocos.
Acércate en este día a aquella persona que te has acostumbrado a mirar en la calle y como Jesús dile: ¿Qué quieres que haga por ti?
Al finalizar tu jornada revisa qué hiciste por esa persona tirada al borde del camino. ¿Qué sientes? Dale gracias a Dios por recuperar la alegría en esa persona.