Aunque el propósito principal de las bienaventuranzas sea declarar las bendiciones dadas por el reino de Dios, la mayoría de eruditos también las ven como una imagen de ese reino. Cuando vivimos el reino de Dios, deseamos ser más humildes, más misericordiosos, más justos, ser personas de paz y así sucesivamente. Pero los que realmente entran en el Reino de los Cielos son los limpios de corazón.
¿Quién podría en realidad ser “limpio corazón”? Hoy la Iglesia conmemora a los santos y santas, que se han ido sucediendo en la historia de la humanidad, personas de diversas civilizaciones y culturas. Que por ser humildes y sufridas y compartir sus bienes, fueron bienaventuradas. Y así, enriquecieron a la Iglesia y contribuyeron al bien de la humanidad. Todas las Bienaventuranzas comienzan con la palabra “FELICES”
¿Cómo entender que una persona puede ser pobre y feliz al mismo tiempo?
¿Cuáles son los momentos en tu vida en que te has sentido realmente feliz? ¿Era una felicidad como la que proclamaba Jesús en las bienaventuranzas, o era de otro tipo?