“¿Dónde está?” preguntan los Magos en Jerusalén. Dónde está el que ha nacido. Es una buena pregunta: ¿Dónde está Jesús? El evangelio nos dice cómo encontrarlo.
Los Magos no son los únicos que buscan al recién nacido. Herodes también. Pero Herodes no lo va a encontrar: los Magos, sí.
Porque hicieron dos cosas distintas: Herodes no se mueve, dice a los Magos que vuelvan y le avisen. Los Magos en cambio se pusieron en camino; como María, hace nueve meses, en este caso hacia casa de Isabel. Si en mí hay instalación, aunque haya curiosidad por saber más de Jesús, no lo encuentro. Si en mí hay un movimiento, a veces a tientas como el de los Magos, termino encontrándolo, y además me visita la alegría.
Porque hicieron dos cosas distintas: tanto los Magos como Herodes escuchan al profeta Isaías. Si no se abre la Palabra, no se sabe cómo continuar. Y el profeta señala la meta. Herodes lo oye, pero no hace nada, los Magos lo escuchan y se ponen a la tarea. “El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica…” Escuchar y obedecer la Palabra. Ella ilumina mi camino.
Y hoy esta Palabra me ilumina. Quiero moverme hacia donde me conduce: “pero el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica…”, como María.
Hoy voy a detectar algunos de mis “de-aquí-no-me-muevo”. A tomar nota, y a trabajarlo. No creo que tenga que hacer grandes caminos, bien cerca queda Belén de Jerusalén. Sólo tengo que ir trabajándolo. Empiezo. Seguro que lo encuentro.