Jesús se empeña en distinguir entre lo de dentro (lo auténtico, lo verdadero, lo que se es…) y lo de fuera (simple apariencia). La comparación que usa para ello es fuerte: “ser como sepulcros encalados”, que aunque por fuera tienen buena apariencia, no dejan de ser lo que son, sepulcros, muerte por dentro.
Me recuerda a un conocido cuento:
«Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:
– ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
– Sí, es el ruido de una carreta.
– Eso es, -me dijo. – Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre: – ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
Entonces me respondió:
– Es muy fácil darse cuenta: «Cuánto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace» (…)»
Valga la imagen para darnos cuenta de cuándo el ruido que produzco impide otros sonidos… quizá sea porque la carreta va vacía. Y quizá hay otras veces en que lo que “se ve” y “se oye” cuando pasamos no es tan ostentoso, ni tan llamativo… pero resuena a vida y a interior habitado.
Eso es lo que se nos invita a atender y a cuidar. No para aparentar, sino para no vaciarnos ni morir por dentro.