Lucas, muestra, en las coordenadas espacio temporales, antropológicas y culturales, que es precisamente la periferia, la elegida por Dios para encarnarse y solidarizarse con la familia humana. Los protagonistas María y la Palabra. María, personifica a quienes, en la humanidad, pese a la marginación, rechazo y abandono, confían, esperan y están abiertos al querer divino… En la Palabra, Dios, “se pronuncia”, no en el “centro”, porque Él mismo ve que allí no hay cabida para Él.
la Inmaculada, explica Rahner, es el consuelo de que alguien de nuestra raza estaba desde el origen sin pecado. Esa mujer, ¡buena del todo!, despierta nuestra esperanza: lo que ella consiguió nos espera a nosotros. En Ella vemos que se puede ser cabalmente humano, sin estar bajo el pecado. Todos, por pura gracia, somos llamados a ser, sin pecado, plenamente humanos, cuando, finalmente, alcancemos nuestra meta en la casa del Padre.
María Inmaculada es, la totalmente libre de mal, de sí, del ansia de tener, de poder, de aparentar; libre de egoísmo, de violencia, de mentira… Y totalmente libre para ser apertura, acogida, disponibilidad incondicional, gratuidad y entrega absoluta…
El Dios que se fija en María, es un Dios que descoloca y despierta la confianza gozosa. Con un Dios así hay posibilidades, porque a María, una adolescente, tan “de segunda clase” en la sociedad e “iglesia” de su tiempo, es a quien Dios mira complacido y le pide permiso para hacerse hombre en su seno.
¿Qué vería Dios en lo profundo del corazón de María? ¿Sería la intensa conciencia de su pobre pequeñez y por lo tanto su confianza filial absoluta en el Dios Padre y Liberador de su Pueblo Israel…? ¿Sería su profundo deseo de responder en plena libertad al sueño de Dios sobre ella…?
Y yo, ¿qué veo en María? ¿me despierta la confianza filial en el Padre y el deseo de que realice su sueño en mí?