Parece que ya desde los comienzos Jesús despertaba admiración y furia a partes iguales, hasta el punto de querer despeñarlo. Y el final de su vida pública ya sabemos cuál es: murió en la cruz. Bueno… no se murió, le mataron, que no es lo mismo.
Le mataron quienes preferían quedarse con la imagen de un Dios juez que premia y castiga porque no podían soportar al Dios-Padre que presentaba Jesús. Es inconcebible para muchos que Dios atienda a los de otras tierras, que Jesús actúe libremente, sea amigo de la verdad, venga a ampliar horizontes y a romper esquemas. Simplemente les resulta insoportable, Él y quienes se le parecen.
Nada de esta historia nos es ajeno. ¿Cómo me siento ante este Jesús puesto en tela de juicio? ¿Qué dice de mí lo que no soporto? ¿Qué dice de mí la imagen que tengo de Dios, mi forma de entenderle?
La verdadera imagen de Dios la encontramos en Jesús de Nazaret. Ojalá dejemos que nos la vaya mostrando. Ojalá cuando lleguen contradicciones encontremos, con Él, la valentía de abrirnos paso y seguir.