29 enero 2014
Mc 4, 1-20
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En otra ocasión se puso a enseñar a orillas del lago. Se reunió en torno a él tal gentío que tuvo que subirse a una barca que estaba en el agua y sentarse en ella, mientras toda la gente quedaba en tierra, junto al lago. Les enseñaba muchas cosas con parábolas, les decía instruyéndolos: ¡Atención! Salió un sembrador a sembrar. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; pero, al salir el sol se abrasaron, y como no tenían raíces se secaron. Otras cayeron entre cardos: crecieron los cardos y las ahogaron, y no dieron fruto. Otras cayeron en tierra fértil: brotaron, crecieron y produjeron: unas treinta, otras sesenta, otras cien. Y añadió: Quien tenga oídos para oír que escuche. Cuando se quedó a solas, los acompañantes con los Doce le preguntaron acerca de las parábolas. Él les dijo: A vosotros se os comunica el secreto del reinado de Dios; pero a los de fuera todo se les propone en parábolas de modo que: por más que miren, no vean; por más que escuchen, no comprendan; no sea que se conviertan y sean perdonados. Y les añadió: Si no entendéis esta parábola, ¿cómo vais a entender las demás? El que siembra, siembra la Palabra. Los que están junto al camino donde se siembra la Palabra son los que en cuanto la escuchan, llega Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. Otros son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando escuchan la Palabra, la acogen con gozo; pero no tienen raíces, son inconstantes. Llega una tribulación o persecución por causa de la Palabra, y al punto fallan. Otros son como la semilla que cae entre cardos: escuchan la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y el afán por todo lo demás se les mete, ahogan la Palabra y no la dejan dar fruto. Y otros son lo sembrado en tierra fértil: escuchan la Palabra, la acogen y dan fruto al treinta o sesenta o ciento por uno.
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Siembra la Palabra
El que siembra, siembra la Palabra… La semilla de mi vida, ¿dónde cae?…
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Ayúdame, Señor, a ser luz para los demás.
A que mis ojos puedan ser los tuyos.
A que mi abrazo transmita tu fuerza.
A que mi sonrisa te acerque a los otros.
A que mis manos lleven tus caricias.
A que mis pies abran caminos hacia Ti.
A que mi presencia deje entrever,
aunque sólo sea por un rato,
la parte de mi vida que Tú habitas.
Ayúdame, Señor, a ser luz para los demás.
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