Dios amado,
guíame por el camino
de la humildad sincera.
Si alguna vez me envanezco, ¡párame!
Bendíceme con un espíritu humilde:
con ojos que sólo vean lo bueno en las personas,
con una mente siempre abierta a las opiniones
de los demás,
con un corazón atento a sus preocupaciones.
Enséñame a ser humilde
incluso ante los más pequeños de tus hijos,
pues su quebranto les acerca más
a Ti.
de Rabí Najman de Breslav (LM 1:14)